Que los ciudadanos aprueben, rechacen, voten o se abstengan ante el proyecto de Tratado constitucional europeo es algo importante para gobiernos, Estados, instituciones y partidos políticos, que no influirá de manera determinante en la vida diaria de los mismos ciudadanos.
Tal como el debate se plantea en España, se trata ----más bien--- de una algarabía que corre el riesgo de agravar la incomprensión, indiferencia e ignorancia que los medios de incomunicación de masas ahondan a diario.
En definitiva, Europa tiene muchos rostros, realidades muy diversas y con frecuencia antagónicas:
----Airbus es un consorcio aeronáutico creado por Francia y Alemania (1970) al que pronto se sumaron, Inglaterra y España. Es una empresa público – privada europea, que siempre ha vivido al margen de proceso de construcción de una Europa política y compite de manera muy eficaz con los gigantes aeronáuticos norteamericanos.
----Zona Euro, está integrada por solo 12 de los 25 miembros de la Unión Europea (UE), Alemania, Austria, Bélgica, España, Finlandia, Francia, Grecia, Holanda, Irlanda, Italia, Luxemburgo, Portugal. Originalmente, un Pacto de estabilidad monetario ----concebido por Alemania para “controlar” países con mala fama, como España, Portugal o Grecia----, imponía unos criterios de convergencia, que París y Berlín violaron hace años, destruyendo uno de los cimientos de la zona de estabilidad monetaria europea. A pesar de todo, sin olvidar las ventajas y limitaciones del Banco central europeo, esa Zona Euro funciona de hecho como una zona de libre cambio (dentro de un orden), entorpecida por mil y una directivas y chalaneos burocrático y estatales, pero emergente.
----El G 5 (Alemania, España, Francia, Inglaterra e Italia) incluye a los ministros del interior de la UE que desean “cooperar” en un marco muy restringido, que se presenta ----para no irritar a los numerosísimos Estados no invitados---- como el “embrión” de un lejano Espacio policial europeo.
----La misma UE, con su bizantina relación de instituciones (Consejo, Parlamento, Comisión), su “minúsculo” presupuesto y su prodigiosa retahíla de iniciativas, políticas, “productos”, “gadgets” y retórica parda, alimentando archipiélagos de subvenciones, precios protegidos, prebendas, funcionarios con salarios excepcionales, etc., etc., etc.
Hay muchas realidades paralelas dentro de la UE. Primera realidad: los precios y el mercado protegido para los agricultores de la Europa rica (España incluida), en detrimento de los agricultores pobres del resto del mundo, a quienes se impide vender en Europa productos más baratos (carne, trigo, etc.). Segunda realidad: las subvenciones pagadas por los contribuyentes europeos ricos (alemanes, ingleses y franceses) a los europeos que se benefician de ayudas regionales (españoles, griegos, etc.). Tercera realidad: un equilibrio inestable de poder entre la Comisión (órgano ejecutivo), el Parlamento (con poderes limitados pero crecientes) y el Consejo (reunión de jefes de Estado y gobierno).
Quienes saben beneficiarse de tales realidades (agricultores, funcionarios internacionales, municipios con proyectos pagados por la UE) tienen mucho interés en dramatizar cualquier “minucia” presupuestaria o institucional. Quienes aspiran a beneficiarse de algunos flecos presupuestarios (países del Este y la cuenca mediterránea) se agitan de manera permanente. Quienes piensan que la UE es un buen trampolín estratégico para sus propios fines (altos funcionarios, incluso Estados aspirantes al ingreso, como Turquía) piafan o se cuelan por todos los rincones de un gigantesco edificio bizantino.
El primer objetivo de la construcción política de Europa fue evitar nuevas guerras civiles entre europeos. Objetivo conseguido, con la ayuda del paraguas atómico norteamericano, pagado por los contribuyentes yanquis. En el terreno político y militar, los sucesivos intentos de crear cosas “comunes” (defensa, diplomacia, etc.) llevan treinta años fracasando, perdidos en el limbo de la insignificancia, el egoísmo sacro de los Estados y la gesticulación interesada de innumerables funcionarios.
Segundo objetivo, crear nuevos espacios de libertad y prosperidad común. Vista desde el resto del mundo, Europa crea menos riqueza que los EE.UU.; pero los europeos parecen estar mayoritariamente satisfechos de su modelo social, envidiado por millones de sud americanos, asiáticos y africanos, a quienes bien les gustaría poder vender en Europa sus libros, sus películas, sus discos, sus productos agrícolas, sus manufacturas, etc. Con un cinismo absoluto, los mismos europeos que dicen defender a los pobres del mundo son los primeros en convertir Europa en un bunker comercial, atrincherado en sus precios protegidos, sus industrias protegidas y sus intereses nacionales, víctimas, quizá, de tales arcaísmos.
El Tratado constitucional que se somete a la confundida opinión pública es un “resumen” de todos los tratados europeos anteriores. Si los españoles lo rechazan, la UE seguirá su curso, y los españoles se quedarán out. Si alemanes, franceses, ingleses o italianos lo rechazasen la Europa institucional quedaría paralizada durante varias décadas. Pero tal parálisis institucional quizá no modificase gran cosa para la vida diaria de los ciudadanos.