
2,
rue Jacob, esquina
rue de Seine
10 enero 2005
Si entiendo bien a Jordi Coca y Julià Guillamon, Miquel Bauçà era un hombre honrado, un escritor más que estimable, y estaba loco.
Reconocido, respetado, incluso admirado, Bauçà ha muerto solo. Como un perro. Hoy le llueven en Barcelona los honores póstumos; no sé si perfectamente ociosos.
El silencio de Madrid subraya la secular ignorancia cainita.
Cuando murió Rafa Pérez Minguez ----que fue un gran pintor y también estaba loco----, a su entierro solo asistieron una docena muy corta de amigos.
El azar quiere que el recuerdo de Bauçà y Rafa Pérez Minguez coincida con la apertura accidental de
Rayuela, por la página donde el autor se pregunta si encontrará a la Maga, subiendo o bajando por la
rue de Seine, a la altura de la esquina donde Carmen tenía su
Galerie Azahar. Vagando ayer por ese lugar, como un fantasma que persigue a otros fantasmas, descubrí la pintada anónima de alguien que gritaba:
Cortazar!. ¿Pidiendo socorro?, ¿a quién?.
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