Agonía de los últimos hombres (monos) de una especie difunta
Hace siglos, descubrí por consejo de José Alberto Santiago una memorable novela/parábola de William Golding, El señor de las moscas, donde se cuenta la historia de dos bandas de niños-adolescentes caídos por azar en una isla desierta...
Para una de las bandas ----si no recuerdo mal: y pido perdón por los lapsus o errores de la memoria, involuntarios, espero---- lo importante era la familia, el amor, la agricultura y el fuego. La otra banda descubrió el encanto de la caza y la carnicería...
Si la memoria no me falla, el libro termina con una espantosa cacería humana: los niños-monos carniceros terminarán exterminando a los niños-agricultores.
En su día, ese libro fue interpretado como una parábola de los espantosos riesgos que sufría nuestra civilización en las todavía inmediatas guerra, preguerra y posguerra mundial. ¿Alguien lee a Golding en castellano? Me gustaría pensarlo.
En cualquier caso, la ficción anticipó en poco más de medio siglo una trágica realidad. Descubro en el Telegraph la extinción anunciada de los Bonobos, una especie de diminutos chimpazés, conocidos como los “jungle hippies”, mucho más dispuestos a resolver sus conflictos a través del diálogo y el amor. Para muchos expertos, los Bonobos hicieron realidad el arcaico lema de “haz el amor y no la guerra”. Viejas historias.
En 1980 todavía había unos 100.000 Bonobos. Hoy, apenas quedan 10.000, perdidos en algún selvático lugar del Congo. Sospecho que a nadie le interesará la extinción de la especie de monos más semejante a algunas especies de hombres, quizá igualmente amenazadas, si no extintas, definitivamente. El fin anunciado de los Bonobos y su utopía naturalista: ¡vivir en la selva sin hacer la guerra, reunidos en pacíficas comunidades libertarias!!!. Un horror. Un ejemplo a dejar que agonice, sin socorro. En mi recuerdo, la novela de Golding terminaba de manera mucho más trágica. ¿Qué será de nosotros? ¡Viva la guerra!.
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“... S O S...”
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[ Cae el telón. Fundido en Negro ]
1 Comments:
En mi última visita a la FNAC de Madrid hace un par de días, la edición de bolsillo de Alianza de El Señor de las Moscas aún ocupaba un sitio destacado en las estanterías de la primera planta, junto al Ulises -que todo hombre de bien debe tener en su biblioteca- o los Cuentos de Poe.
Es decir, sigue siendo un libro muy reclamado años después de su boom (que se vivió en España con esa traducción precisamente).
Al hilo de todo esto, el otro día me comentó un librero de la Cuesta de Moyano (Madrid, ahora en el Paseo del Prado provisionalmente) que estaba vendiendo Mi Lucha(s) de Hitler como churros. De hecho, también estaba en otro lugar destacado, a pesar de ser un libro incluso más plomo que el Ulises y que nada tiene que ver con las grandiosas y visionarias utopías que le antecedieron.
Hace unos meses, la Casa del Libro reconoció también que Mi Lucha se había colado en el Top 10 de ventas de la Casa del Libro.
En Turquía -nuestro próximo socio europeo- Mi Lucha también lidera listas de ventas en el increíble exacerbado nacionalismo turco que las élites europeas se niegan a mirar.
Son los datos que recuerdo.
Las moscas acuden a los señores.
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