Antígona, ETA y la razón política
En nuestra civilización, uno de los personajes definitivos que fijan de manera canónica los problemas espirituales, morales y políticos de nuestras relaciones con los muertos de nuestra familia y nuestra ciudad es la Antígona de Sófocles.
George Stenier ha escrito el libro bien conocido y definitivo al respecto.
Entre todas las lecturas del mito y el personaje de Antígona, quizá una de las más famosas sea la del individuo respetuoso con las viejas leyes no siempre escritas de la Ciudad, la Polis, enfrentado a la razón política del Tirano, Creonte. Esa lectura ha sido muy utilizada por dramaturgos y directores de teatro que desearon denunciar la Ocupación y el Terror, nazi y comunista, contra muchos pueblos europeos.
Las raíces del drama son bien conocidas. Antígona desea rendir a sus hermanos, Eteocles y Polinices, caídos a las puertas de la ciudad, en combate fratricida, los honores debidos a los muertos. Creonte, el Tirano, interpreta tal respeto a los muertos como una amenaza que pudiera socavar el despotismo de la razón política.
No es un secreto que la razón política no siempre se gobierna por la lógica estricta de los principios morales, que, con frecuencia, obedecen a imperativos incompatibles con la flexibilidad, doblez y falta de escrúpulos ----Maquiavelo dixit---- del buen gobernante. Creonte tiene buenas razones para denunciar la intransigencia moral de Antígona, cuya conciencia es portadora de una semilla atormentada.
A cada cual de manifestarse, con libertad, a favor de la razón política de Creonte o la razón espiritual de Antígona.
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En nuestro caso, en Caína, los demagogos al servicio del poder y sus tentaculares recursos de incomunicación y confusión de los ciudadanos, aportan materiales luciferinos, que dan al debate una nueva dimensión endemoniada, a estudiar por los especialistas de la rama esperpéntica de la tragedia clásica.
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