Europa, EE.UU., inmovilismo, neoconservadores y fantasmas de Super Estado
Entre finura y finura artística, estoy condenado a seguir los negocios y asuntos diplomáticos europeos: mi cruz, mi tormento, mi pasión secreta.
Y me quedo horrorizado cuando un embajador de los EE.UU. en Bruselas habla de la UE como de una “superpotencia”; o cuando un eminente neocon norteamericano estima que “los españoles aceptan la pérdida de su soberanía, en beneficio de un superestado, estimando que es el precio a pagar para romper con su pasado reciente, Franco el fascismo y la guerra civil” (George F. Will, The slow undoing, en Neo conservatism, Atlantic Books, 2005, editado por Irwin Stelzer, que es una excelente introducción, por otra parte, para intentar entender en qué consiste el pensamiento neoconservador norteamericano).
Considerar la UE como un super Estado, pasado, presente o futuro refleja, hélas, una profunda ignorancia, que no contribuye a favorecer el entendimiento ni la comprensión de la realidad política y cultural inmediata. La enanez diplomática de la UE, su inmovilismo y sus galimatías presupuestarios quizá sean, por el contrario, el talón de Aquiles de Europa, camino, para muchos, de su melancólico eclipse histórico.
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