Rainiero y la Resistencia de los pequeños Estados
Tras varios siglos de sorda rapacidad franco-italiana, en 1944, el general De Gaulle confesaba a un militar de segundo grado que no hubiera desdeñado la anexión de Mónaco, caído de hinojos en las cenizas de la Segunda guerra mundial.
Cuando Rainiero asumió la jefatura de su diminuto Estado, entre 1949 y 1950, un periodista neoyorquino describía Mónaco de este modo: Estado en la agonía, comunidad agonizante de generales jubilados, jugadores sin envergadura y gatos errantes.
Muy pocos años más tarde, Aristóteles Onassis controlaba la Société des Bains de Mer, que había sido, desde 1863, la primera fuente de ingresos del Estado, sin infraestructuras, sin ingresos con futuro, maniatado a una leyenda caduca.
Rainiero restauró la credibilidad e independencia del diminuto reino ligado al destino de su familia, desde el siglo XIII. Mónaco ingresó en la ONU en 1993, y ese reconocimiento internacional había sido precedido por el ingreso en la Unesco, la Oms, la Uit y la Omi. El otoño pasado ingresó en el Consejo de Europa. Mónaco tiene embajadas de Estado en Francia, España, Alemania, Bélgica, Italia, Holanda, Suiza y el Vaticano. Durante el último medio siglo, Mónaco ha preservado lo esencial de su leyenda, se ha consolidado como un paraíso fiscal (criticado severamente por la OCDE), se ha convertido en un punto de referencia en la nueva geografía del lujo, los servicios y la “ingeniería” (¿?) financiera.
Los devaneos personales de las princesas Carolina y Estefanía han ocultado parcialmente esa fabulosa aventura protagonizada por su padre. El canibalismo canalla de la prensa rosa salpica con su basura infecta una historia que tiene algo de épico: la historia de un diminuto Estado que aspira a liderar las maniobras disuasivas de otros minúsculos Estados (Andorra, San Marino, Liechtenstein, Islandia, Luxemburgo, Malta y San Marino) en busca de respuestas propias contra la rapacidad de sus poderosos vecinos. Algunos optimistas frenéticos, como ciertos nacionalistas de Montenegro, piensan que “el siglo XXI será el de los pequeños Estados”. No me atrevería yo a ir tan lejos. Pero si me merece mucho respeto la obra de un hombre cuya agonía alimenta el canibalismo audiovisual más frenético y desalmado.
2 Comments:
Hola a todos:
Muy interesante el articulo (aun no ha aparecido en el ABC lo cual es un honor para los fieles lectores9 salvo por una matizacion puede que demasiado obvia, salvo para quien sea alumno de la ESO o sea ministra de Cultura (tanto la actual como doña Esperanza). Islancia tiene una extension bastante mayor que la del resto de microestados, aunque posiblemente su densidad demografica y peso economico sea menor que en los otros miniestados.
Saludos a todos.
No veo yo a los microestados como abanderados del siglo XXI. En cuando a Mónaco, ¿acabará como Marbella?
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