Monday, March 28, 2005

Mientras Rainiero agoniza, Circe vela por nosotros

Tras la jornada de ayer, nubosa, fría, lluviosa, por momentos, hoy amaneció en Montecarlo un día soleado, primaveral. Nice-Matin abre toda su primera página con un titular muy voluntarista: Monaco en comunión avec le prince Rainier. Y apoya su tesis oficial con los piadosos testimonios de Camilla Bourbon des Deux Siciles y el príncipe Pierre de Yugoslavia, acompañado de su esposa Eléonora. Sin embargo, el viajero ecléctico descubre muy pronto otras realidades. El viejo Mónaco se oculta con hermetismo a la curiosidad carnicera de los millares de turistas que vagabundean como minúsculos rebaños desnortados. Desde el anochecer hasta el alba, discretísimas prostitutas acechan a la clientela del Gran casino y los hoteles de lujo. Las colecciones de coches deportivos de marcas italianas se exponen a la mirada extasiada de los pueblerinos italianos, venidos a pasar un fin de semana entre las hileras de slot machines de los casinos al alcance de los bolsillos más modestos, si no menos disipados. Jóvenes de muy distintos sexos se pasen insinuantes, musculosos, el torso entrevisto, la marcha atlética, flexible, como mariposas carnívoras maquilladas con bisutería de lujo. El Café de Paris propone otras tentaciones, para quienes la gula es la última debilidad carnal: ----Langoustines marinées aux épices, rôties dans leur jus et leur risotte à l’encre de seiche; ----Médaillon de lotte poêlé aux girolles et sa fricasé de courgettes et tomates au pistou; ----Selle d’agneau rôtie en croustillant d’herbes au jus d’estragon, fondant de pommes de terre aux artichauts violets et tomates confites. (...) A la espera de acontecimientos, oscilando entre muy diversas debilidades, decido dejarme caer por la terraza del hotel para tomar el sol; preguntándome si terminaré por zambullirme en la solitaria piscina de agua templada, obligado a proteger los ojos con unas gafas oscuras, ya que el sol cubre el azul marino del Mediterráneo con el manto áureo de la finísima patina plateada que atrae a los navegantes descarriados hasta los abismos encantadores de Circe.

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