Europa, sin rumbo conocido. España, en la periferia europea

La UE es víctima de ataques de nervios que solo agravan su inmovilismo institucional. El Parlamento Europeo ha recibido con granizo verbal el proyecto de presupuesto europeo aprobado laboriosamente en la Cumbre de Bruselas. En Londres, las concesiones de Tony Blair son atacadas al mismo tiempo por la oposición conservadora, la prensa de casi todas las tendencias y su propio ministro de finanzas, que aspira a sucederle. En Roma, la dimisión forzada del Banco de Italia, perseguido por delitos penales, sume al país en una nueva crisis de fondo. En París, Jacques Chirac amenaza con nuevas iniciativas institucionales para sacar a la UE del humillante no francés al proyecto de Tratado institucional. En Berlín, Angela Merkel también promete iniciativas institucionales con cierta dimensión social... Desde hace bastantes años, la UE crece a un ritmo dos o tres veces inferior al de los EE.UU. Y lleva varias décadas invirtiendo en investigación y desarrollo (I+D) mucho menos que los EE.UU., sin contar con el oceánico capital humano de la China y la India. Institucional y culturalmente, Europa camina hacia un melancólico ocaso. Ante tales perspectivas inmediatas, la economía española lleva un quinquenio creciendo más rápido que la UE. Pero el optimismo oficial ante la UE me parece fuera de recibo. Y el inmenso desgaste nacional en penosas diatribas ideológicas de la peor especie quizá favorezca un aislamiento periférico que impide invertir tales energías de manera más eficaz para la prosperidad común, víctima del inmovilismo europeo y la cainita crispación nacional.