Zoran Music, el Terror y el Gran arte
Me llama Jesús García Calero para anunciarme la muerte de Zoran Music.
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El mes de septiembre de 1944, el pintor Zoran Music fue deportado a Dachau. Jugándose la vida, realizó un largo centenar de dibujos: hombres ahorcados, hornos crematorios, cadáveres troceados, pilas de cadáveres amontonados a las puertas del Infierno.
¿Del Infierno?
En su texto canónico sobre Zoran Music, Jean Clair cita a Hölderlin: “Was bleibt, stiften die Dicher”. Cuanto queda, la poesía lo funda.
La poesía contemporánea precipitó nuestra conciencia en un abismo insondable. Y buena parte del arte del siglo XX se hundió en las tinieblas de la abstracción absoluta, condenada la figura humana a un destierro trágico. Cuando miles de millares de hombres desaparecían en el Infierno histórico del Gulag y los campos de concentración, víctimas del trabajo forzado y las cámaras de gas, los más grandes artistas de la época de precipitaron en la oscuridad impenetrable del expresionismo abstracto.
Formado en la escuela de Goya, en el Prado madrileño, Zoran Music tomó el camino inverso: a las puertas del Infierno, decidió seguir siendo fiel a la milenaria escuela del dibujo. Y se jugó la vida para preservar las amenazadas artes del lápiz y el carboncillo. Legándonos un documento único para la historia del arte.
Muchas fotografías nos dan de los campos de exterminio un testimonio mucho más amplio, trágico, espantoso. Los dibujos de Zoran Music realizados en Dachau en 1945 no son un testimonio del Infierno: si no la huella gloriosa de un artista que no cede a las sirenas de la Muerte, y está dispuesto a morir ejerciendo su oficio con nobleza.
Ese combate inconcluso de las fuerzas del Mal contra la cultura, el arte y las cosas del espíritu, en un instante de crisis agonal de toda nuestra civilización, nos habla de un arte de vivir y morir con gracia y en gracia. Hubo y hay enormes obras de arte que nos hablan del espanto del artista, perseguido por las Furias de su tiempo. Hay otros artistas (como Zoran Music, o como Ramón Gaya) que prefieren resistir. Jugarse la vida en defensa de una disciplina artística amenazada de muerte.
2 Comments:
Cuánta razón tienes Juan Pedro... cuánta razón
En relación con Zoran Music, acabo de leer este artículo en Diario de Mallorca y me parece que da en el clavoSET DE SIETE
No somos los últimos
DANIEL CAPÓ
Cuenta que lo primero que vio al llegar a Dachau, fueron decenas de cadáveres esparcidos por el suelo como tablones de madera. Había cuerpos desparramados junto a las barracas, en las letrinas, a la entrada de los hornos crematorios. A veces, empleaban como mesa la barriga de un muerto. En otras, hacían servir un dedo o el pie de un cadáver para colgar un pequeño espejo y poder afeitarse. De vez en cuando, escuchaban por la noche el crepitar de un hueso o un gemido sordo, casi inaudible, pidiendo auxilio. Luego regresaba el silencio, la oscura nieve, y se preguntaban cuándo morirían. Un día, un amigo checo le dijo: "¿Ves?, dentro de un día o dos pasaremos por esa chimenea. Nunca podrá volver a suceder algo parecido. Somos los últimos que vemos algo así". No sabemos qué contestó Zoran Music, si es que contestó algo, pero empezó a dibujar. Primero con lo que tenía a mano: un poco de papel higiénico, una pequeña tiza de color marrón, unos restos de tinta sepia diluida en agua. Más tarde, casi al final, sufrió un accidente y lo encerraron en la barraca donde dejaban morir a los enfermos de tifus. Zoran Music no murió.
Se conservan 34 de esos dibujos, la mayoría en el museo de Basilea. En España, pudimos ver algunos de ellos en una exposición que presentó el Centro Cultural de Bancaixa. Son retratos de cadáveres, de hombres anónimos, casi sin rostro, apenas reducidos a la más esencial desnudez. "Desde Dachau -cuenta en una entrevista con Kosme de Barañano- me he reducido a lo simple, a lo esencial? los cadáveres, el ser humano llegado a nada. Es difícil explicarlo, no se puede explicar". Se ha incidido mucho en el parentesco que guardan estos retratos con las pinturas negras de Goya y con las anatomías rotas, quebradas por la fiebre, de Egon Schiele. Pero, como ha contado en alguna ocasión el propio Music, fue la experiencia de Dachau la que le enseñó a comprender la pintura de Goya. En el fondo, sólo podemos alumbrar de verdad aquello que ya hemos vivido.
Hoy se cumplen diez días de la muerte de Zoran Music en Venecia. Tenía 96 años. Al hojear varios de sus catálogos, he vuelto a pensar en la mirada tan particular que tiene un hombre que ha conocido el horror. Una de sus series, tal vez la más famosa, se titula precisamente Nous ne sommes pas les derniers, No somos los últimos, como queriendo responder a las palabras de aquel amigo checo que conoció en Dachau. ¿Qué se esconde detrás de ese título? Lo mismo que brilla en su pintura. Como otros supervivientes del Holocausto, Zoran Music podría haber perdido su fe en el hombre, culpar a la humanidad por los sufrimientos de la shoáh. No lo hizo. Al contrario, quiso dejar testimonio de la dignidad del hombre, de la esperanza que pervive incluso en el sufrimiento. Music pertenece a la estirpe de aquellos que concedieron a la muerte la dignidad última de la vida. Ellos deberían ser los maestros que guiaran nuestros pasos: Primo Levi, Ossip Mandelstam, Etti Hillesum, Zoran Music...
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