Friday, May 06, 2005

Las banderas sucias del 8 de mayo

La retórica conmemorativa del 8 de mayo de 1945 me deja un sabor amargo. Demasiados olvidos interesados. La suerte de los deportados en Buchenwald, entregados a sus verdugos por sus propios compañeros de Infierno, colaboradores administrativos en la gestión de los campos de la muerte. La sorda inquietud de todos los pueblos del Este europeo ante las amenazas latentes de Moscú, espectro bien real de medio siglo largo de imperialismo comunista. La reintegración de los matones y criminales que habían medrado durante la Ocupación en los servicios de seguridad del Estado: servidores ----siempre---- de los mismos ministerios del interior y justicia, tras haber ejercido como eficaces prefectos de Vichy, ejecutores de las deportaciones masivas de judíos, gitanos y refugiados políticos. Los bombardeos poco heroicos de Dresde y Hamburgo. El rencor intacto ----por momentos---- contra quienes enterraron a tantos muertos en las playas de Normandía para liberar a una Europa víctima de sus quimeras totalitarias y sus demonios fratricidas.

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