Wednesday, January 26, 2005

Se compran y se venden cadáveres. Pago al contado

En Bagdad, bandas de criminales distribuyen entre la amedrentada población civil octavillas que advierten: “Lavaremos las calles con la sangre de quienes vayan a votar”. En Caína, PP y PSOE, PSOE y PP, se tiran muertos y ataúdes a la cabeza, sirviéndose de la sangre humana derramada para lavar sus bajas pulsiones cainitas. Cuando la guerra de Irak estaba en sus comienzos, Javier Teixidor me comentaba en su despacho personal del College de France: “Los generales americanos debieran estudiar los Desastres de la guerra de Goya. Porque eso es lo que les espera: una guerra irregular, con diarias matanzas al arma blanca por las calles y encrucijadas”. Con mucha finura, Harold Bloom comentaba el Meridiano de sangre de Cormac Mc Carthy ----que descubrí gracias a Baltasar Porcel---- diciendo que es un “preludio” del Nuevo Mundo que se avecina: bandas de criminales sembrando el terror en las ciudades. Y concluía: “Es más que probable que esos personajes identificables por su salvajismo sean aclamados como héroes en muchos países del mundo, en los próximos años”. En esas estamos. Sin embargo, las matanzas africanas son mucho más feroces que los asesinatos de la banda del juez Holden de la novela de Mc Carthy. Su horda salvaje ----The Wild Bunch llamó Sam Peckinpah su mutilada versión cinematográfica de la novela---- es numéricamente modesta, en comparación con las bandas de hombres armados de machetes degollando hombres de otra étnia, antes de mutilarlos y abandonar sus restos a la intemperie selvática. Y el espanto abismal de los Desastres goyescos quizá esté ennoblecido a través del gran arte. Los diarios baños de sangre irakíes bien debieran estudiarse a través de otra nomenclatura, mucho más próxima del Holocausto endemoniado. Como la utilización publicitaria de cadáveres y ataúdes quizá sea una evolución innoble y diabólica del personaje de Antígona. Ya Ramón Gaya había escrito: “Los españoles están divididos desde siempre y antes, mucho antes, de llegar a lo político. Lo político no es más que un pretexto para su división feroz, abstracta, desalmada”. En definitiva, esa condición desalmada, que viene de la Picaresca, en nuestro caso, es indisociable del abismo donde se precipitan las sociedades sin otros principios que la rapacidad zoológica, donde los medios de incomunicación de masas tienen como principal misión vestir con una careta de “respetabilidad” las más bajas pasiones desalmadas. A nadie extraña que sean liberados, cuando no han sido exonerados de toda culpa, los instigadores, contables y responsables de la creación de bandas de matones criminales, consagradas al asesinato de terroristas. Ante tal indiferencia, ¿cómo extrañarse que las más “respetables” organizaciones “de masas” compren, vendan, comercien y utilicen como reclamo publicitario ataúdes de niños y víctimas inocentes, profanados con marcas de detergentes ideológicos?

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