Sunday, November 06, 2005

Basquiat, Ramón Gaya y José Hernández, ante la basura y violencias suburbanas

JMB, History of Black People.- Acrylic and oil crayon on canvas (triptych). Que la basura vende y es un negocio multimillonario lo saben bien los más eficaces medios de incomunicación de masas, que consagran mucho tiempo, espacio, dinero y energías a la distribución gratuita de basura de caballo. La irrupción del retrete privado y los mingitorios públicos en el museo universal está razonablemente bien historiada. Se conoce en peor medida la conversión de la basura en medio, recurso e instrumento de producción de arte, incluso de Gran arte. Me atrevería a fechar el inicio de tal proceso diabólico en el célebre encuentro de Picasso son Senghor, que el genio malagueño concluiría con esta sentencia: “¡Debemos volver a la barbarie...!”. Entre los grandes aristas del último medio siglo, quizá ninguno como Jean-Michel Masquiat se ha servido con más talento del graffiti y la basura suburbana como recursos estético. Su obra, muy corta y vertiginosa, ilustra y profetiza la caída de la conciencia del artista contemporáneo en el basurero universal. El suyo es un testimonio atroz. De ahí mi fascinación y rechazo: se trata de un “testimonio” sin duda ejemplar. A su manera. Pero, una vez caída la obra de arte en tal abismo de soledad, destrucción y dolor, ¿qué hacer? De ahí, así mismo, mi preferencia definitiva por maestros de muy otra condición, como Ramón Gaya o José Hernández. Ellos no desconocen las tinieblas del infierno suburbano: pero esgrimen contra esos Demonios desalmados la serenidad olímpica del artista capaz de resistir contra tales pesadillas diabólicas, para crear nuevos mundos que son, en cierta medida, una refutación del tiempo desalmado de la historia.

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