Veruschka, bruja y hada de nuestro tiempo
Blow up, MA
Los P* nos pasan su copia de Veruschka (My) A Displayed Body, el documental de Paul Morissey (Flesh, Trash, Drácula, etc... los ancianos recordarán) y termino por caer embrujado en el misterio de una mujer que ya sedujo a Salvador Dalí, Irving Penn, Richard Avedon, Helmut Newton y Michelangelo Antonioni.
Sin duda, si me cruzase con ella a las tantas de la madrugada, por una calle desierta, creo que sentiría miedo ante su decrépito estado de bruja conocedora de todos los perfumes, afeites y embrujos con los que seducir a los hombres, como Circe.
Contando su vida tras la cámara de Paul Morissey, su voz y su leyenda atraen hacia un abismo. En verdad, se llama Vera, condesa von Lehndorff, heredera de un castillo convertido en bunker militar, en Prusia oriental, requisado por von Ribbentrop, donde ella estaba obligada a soportar, muy niña, a los altos oficiales nazis que la cogían y acariciaban en sus rodillas. Su padre, último vástago de la más rancia aristocracia prusiana, participó en el intento de asesinato de Hitler. Y pagó esa temeridad ahorcado en un gancho de carnicería.
Su madre fue deportada a un campo de concentración. Tras el fin de la guerra vinieron las humillaciones. Y sus viajes a Italia, Florencia, Milán, Roma, New York, donde se embarcó en la factoría Warhol. El resto es la fama, la gloria, inmortalizada por los más grandes fotógrafos. Quizá su foto canónica sea una de Helmut Newton, cuya exégesis crítica sería larga y apasionante. Antonioni la utilizó como símbolo, mujer, modelo ¿y muñeca inflable?, en una película de otro tiempo, Blow up.
Veruschka, nombre de oficio o de guerra, marca comercial de su cuerpo, ascendió del infierno del Holocausto desalmado el infierno de la Moda, rastro contemporáneo de la Muerte (Baudelaire). Y ahora agoniza lentamente, en Brooklin, donde comercia con las imágenes muertas de su pasado glorioso. “.. una heroína de nuestro tiempo”.
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