La droga dura del debate de la Nación, desde Europa
El sufrido ciudadano que hubiese huido a Europa, intentando escapar a la droga dura del debate de la Nación, descubriría el escaso interés que suscitan en las capitales europeas los estacazos cainitas.
En Zürich, la influyente Neue Zurcher Zeitung (NZZ) insiste en la eficacia asesina que tiene el boomerang criminal de ETA, salpicando con sangre todas las palabras. Tema en el que entran en picado las agencias italianas, apenas interesadas en que unos y otros se tiran los crímenes a la cara.
En Londres, Financial Times solo se interesa por los flecos de la retirada de Irak. Que cada cual utiliza como contador de cadáveres abandonados por la buena causa. La Reuters prefiere tomar el ping-pong cainita desde el ángulo de la zarzuela pos moderna: hisopos, bendiciones, excomuniones e infiernos para curas y homosexuales que quieren casarse y ver culebrones en familia.
Los franceses, atónitos ante la resurrección de François Mitterrand, dispuestos a votar “sí” o “no” el proyecto de Constitución europea, según sean unos u otros quienes trafican con su cadáver, no tienen tiempo para interesarse por los lejanos cadáveres cainitas o etarras.
En verdad, el único “héroe” informativo que ha suscitado el interés de un número plausible de corresponsales acreditados en Madrid es ese anciano canalla que ha confesado con tanto retraso el delito odioso de su fraude como víctima de un campo de exterminio nazi. ¿Cuándo contará el ex ministro de cultura cual era su trabajo bien real en el campo de Buchenwald, historia bien documentada a través de las confesiones de Robert Antelme, su amigo íntimo? Ese tipo de crímenes por omisión no interesan a la prensa cainita.
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