Sunday, April 03, 2005

Juan Pablo II, Plotino y la resistencia contra el Dolor

¿Qué decir ante la muerte de Juan Pablo II para no caer en la trivialidad de un acontecimiento que sorprende por sus dimensiones planetarias, a la luz de las imágenes retransmitidas por las televisiones de Europa, Asia, África y América? De entrada, tras la retórica oficial, profana y religiosa, institucional y accidental, subrayar la persistencia insondable de aquello que, en otro tiempo, se hubiera llamado las cosas del espíritu. Plotino agonizando, sereno y filósofo alejandrino hasta el fin, habría dicho, según Porfirio: “Preparo lo divino que hay en mi para ir al encuentro de lo divino que hay en las estrellas”. Spinoza y los budistas hubiesen podido suscribir esa confianza en la eternidad de las cosas del espíritu, que toman muchos nombres y la palabra nos ayuda a sembrar y propagar. Lucrecio quizá se hubiera mofado de los dioses, pero callaba ante la oscuridad impenetrable del misterio que Plotino nombra de manera luminosa. En otro plano, Jünger dice que cada hombre se mide por su capacidad de resistencia ante el dolor: que es una forma sucinta de recordar que la identidad misma del hombre se funda en su capacidad de resistencia contra la adversidad, contra el dolor, contra la muerte. Los héroes de Conrad ilustran ese combate de manera ejemplar. Antes que los Salmos o los Evangelios, Antígona nos recuerda que tal resistencia también es un acto de coraje y libertad contra la tiranía de las Furias y los poderes temporales. Juan Benet me descubrió una cita de Faulkner que no habla de otra cosa: “El conocimiento, y no el dolor, es el que camina por mil caminos solitarios y salvaje”. Amarga sabiduría, la del dolor; indisociable de la solidaridad y la comunión de compartir el pan, el dolor y la esperanza con otros hombres.

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