Double Standard, 1962, Denis Hopper. Los Angeles County Museum
Cuando decidí huir de Madrid, por razones que no sé si han cambiado, pensaba instalarme en California. Fue Jesús de la Serna quien me envió a París como corresponsal diplomático del difunto
Informaciones. Siglos más tarde, vagabundeo por el
Centro Pompidou, persiguiendo los mismos fantasmas: Los Ángeles, Babilonia artística, monstruo urbano nacido de la
Disneylandia de Ramón, la
Señorita Corazones solitarios y
The Day of the Locust de Nathanael West. Yo mismo me dejo llevar por la tentación de imaginar LA como
la gran metrópoli artística de las primeras décadas del siglo XXI. No sé que será del arte que se hace en LA. Muchos de los artistas que allí trabajan o han trabajado forman indisociable de mis mitologías personales:
Ruscha,
Hockney, etc., restos o iluminaciones de
mi sueño californiano. Mi nostalgia incurable me hace más evidente
la agonía, el ocaso, de buena parte de las cosas que ocurren y se hacen en la vieja Europa: Jean d’Ormesson quizá comparte
dudas semejantes sobre el declive o decadencia europeas.
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Európolis.
ETA, “boom” inmobiliario y Franco
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