Demonios audiovisuales
Cada mañana, un anciano fanático se sube al púlpito de su tribuna y lanza sierpes envenenadas entre sus fieles, que se han despertado bebiendo el agua podrida de un predicador radiofónico.
Desde el minarete de otra mezquita audiovisual, una señora que vende sus vergüenzas al mejor postor eleva su voz para ofrecer a los transeúntes melaza infectada con basura.
Desde los palcos de su palacio, pagado con el dinero negro de sus chantajes contra personajes de muy diversa ralea política, un ave carnívora con tirantes y plumaje de cuervo a la moda hace propaganda de sus pócimas envueltas en papel amarillo mostaza.
En la sacristía de una iglesia bien pensante, el párroco profana a diario un largo rosario de ataúdes, que los fotógrafos de su parroquia fotografían con las polvorientas banderas mil veces usadas para enterrar cadáveres.
Entre esa fauna, en el mercado de las ideas muertas o averiadas, P** ocupa un puesto único. Afortunado propietario de grandes huertos meridionales, ganó el cielo cristiano sirviendo con infidelidad a una alta autoridad eclesiástica, aspiró a los palacios ministeriales de sucesivos gobiernos conservadores o socialistas, cobró las canonjías de la alta función pública internacional y pontifica desde el púlpito pagado con sus inversiones, siempre servicial con sus poderosos y cambiantes amigos.
Quizá las miserias contadas por Suetonio sean más atroces. Pero no poseían la gangrenosa condición de las epidemias propagadas en nuestro tiempo en nombre del bien, la verdad y la justicia. Ya que Caína ----Babilonia de naciones mal ajuntadas, para Baltasar Gracián---- es víctima de distintas mafias filantrópicas, propagando nuevas enfermedades con su comercio nefando de medicinas averiadas.
De hecho, en no pocos casos, los bulderos de turno ya comenzaron traicionando a sus familias, traicionando a sus esposas, indiferentes cuando no propagandistas de la basura que sus hijos se pinchaban en las venas. ¿Contarán esa historia los futuros biógrafos de nuestros traductores de Lou Reed y nuestros predicadores del Terror genuinamente progresista?
El marido que abandona a su esposa cancerosa, para gastarse sus ahorros comprando basura con la que seducir a una buscona, es hoy una figura eminente entre los personajes desalmados que venden con mucho éxito la más codiciada porquería audiovisual.
Tales figuras del Ruedo Ibérico amueblan el odio, el tedio y la acedía de los más humildes, necesitados y perdidos en la noche urbana. Julien Green me recuerda la sentencia de un místico: “Los pueblos caminan hacia el infierno”.
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